jueves, 31 de julio de 2008

LESIONES PRODUCIDAS POR LA SUERTE DE VARAS


“Lesiones producidas por la suerte de varas”

Julio Fernández Sanz y Juan Villalón González Camino
Departamento de Investigación Veterinaria de la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL)

Como consecuencia de la inquietud manifestada por diversos ganaderos de la Unión ante las profusas hemorragias que se estaban observando como consecuencia de la suerte de varas en la primera mitad de la Feria de S. Isidro y otras ferias celebradas a comienzo de la temporada de 1998, la Junta Directiva de la U.C.T.L., encargó al Departamento de Investigación Veterinaria de la U.C.T.L. la relación de un estudio sobre las lesiones producidas por la suerte de varas en la segunda parte de la Feria de S. Isidro de 1998.

Para realizar dicho estudio contamos con la colaboración especial y siempre constructiva de algunos veterinarios de la Plaza de Toros de las Ventas y por parte de la U.C.T.L. de D. Cástor Manzanera Guerreiro, analizándose 90 ejemplares lidiados en 13 corridas de toros y una novillada picada. Se tomaron un total de 8.197 datos, repartidos en cuatro apartados :

1)SALIDA: estudio de las condiciones físicas de cada animal antes de ser picado (990 datos)
2)VARAS: estudio de todas y cada una de las entradas al caballo; forma de embestir y acudir al caballo, forma de efectuar la suerte el picador, duración de la vara, número de heridas en la piel y reacción y condición física del toro a la salida del caballo (3.940 datos)
3)PUYAZOS: estudio de cada una de las heridas producidas en la canal, orden en que se han producido, número de trayectorias, profundidad en centímetros de cada trayectoria, zona anatómica en que se han producido, etc... ( 1.932 datos)
4)HEMATOLOGÍA Y EVALUACIÓN DE HEMORRAGIA. Estudio de las determinaciones analíticas de sangre y suero de 89 de los 90 toros picados y analizados y evaluación de la hemorragia producida como consecuencia de la suerte de varas (1.425 datos)

Misiones de la suerte de varas:
1)Ahormar la cabeza mediante la ROTURA DE LOS MÚSCULOS EXTENSORES O ELEVADORES DE LA CABEZA para facilitar que el toro descuelgue o baje la cabeza y que ésta tenga movimientos menos bruscos.
2)Quebrantar GRADUALMENTE el poderío del toro, disminuyendo su ímpetu y fuerza, para dejarlo en condiciones óptimas para la faena de muleta.
3)Contribuir al estudio de la BRAVURA Y FUERZA del toro.
Tradicionalmente se decía que otro de los fines era descongestionar al animal pues como consecuencia del estrés de la lidia se produce congestión, pero conociendo que el volumen de sangre normal que se pierde como consecuencia de la suerte oscila entre 1,5 y 2,5 litros, es decir menor al 10% del volumen total de sangre circulante, este fin queda en entredicho.

Lugar en que se ha picado
Las conclusiones del estudio revelan que apenas el 4,7 % de los puyazos han podido cumplir la primera misión, pues tan solo 13 de los 276 puyazos estudiados fueron aplicados en la parte final del morrillo (ninguno se practicó sobre la zona final del mismo) siendo el resto de los puyazos traseros y caídos. Todas la Tauromaquias y reglamentos especifican que el sitio en el que se ha de picar es el morrillo o cerviguillo, y así se ha venido reglamentando desde la Tauromaquia de José Delgado (Pepe-Hillo) que data de finales del siglo XVIII hasta el reglamento del año 1917 inclusive, en que se exigía que la puya se colocara en el morrillo, y en los sucesivos reglamentos hasta el actual se deja de reglamentar el lugar en que se debe picar.

El 42,39 % de los puyazos fueron aplicados sobre la región de la cruz, el 34,06 % justo por debajo de dicha región, a la altura del cartílago de prolongación de la escápula, el 2,53 % en las paletillas y el 16,30 % restante muy trasero (en el dorso o por debajo de éste). Quiere esto decir que no se apuntó al morrillo, sino más bien a la zona de la cruz, donde se encuentran los músculos y cartílagos que unen ambas extremidades entre sí y al tronco, y que nada tienen que ver con los músculos extensores o elevadores de la cabeza, y sí mucho que ver con la unión muscular de ambas extremidades, que es vital para la locomoción del toro. En conclusión, la consecuencia de picar en dicha zona es restar movilidad al toro o dificultar su locomoción al afectar al aparato locomotor y no a los músculos del cuello.

Al picar en la zona de la cruz o más trasero, se han llegado a fracturar apófisis espinosas de vértebras torácicas, se han dañado vasos sanguíneos que irrigan músculos importantes para la locomoción, se han lesionado o seccionado ramas dorsales de nervios de nervios espinales, que pueden producir y producen en ocasiones cojeras transitorias o pérdida de manos por inhibición refleja del plexo braquial, que es el centro nervioso del que parten los nervios que inervan toda la extremidad anterior (muchos toros que no han manifestado signos de debilidad de salida, justo al salir del caballo pierden una o las dos manos por dicha lesión nerviosa)

Los puyazos traseros o caídos pueden llegar a perforar la pleura y afectar al pulmón, pues la distancia entre la piel y la pleura a este nivel es muy pequeña, y se puede llegar a producir neumotorax con la consecuente insuficiencia respiratoria.

En resumen, al picar en el morrillo, no se lesiona ningún órgano vital, no hay posibilidad de fracturar vértebras (pues están muy profundas), los toros tienen una hemorragia normal (es una zona muy vascularizada), no se producen lesiones nerviosas, y tan sólo se afectan los músculos responsables de levantar la cabeza. Desde un punto de vista técnico debiera reglamentarse esta zona como lugar en que se debe picar.

Importancia de las heridas
La profundidad media de la suma de las trayectorias en la muestra estudiada alcanza los 61,91 cms. por animal; es decir, cada animal recibió una serie de heridas que entre todas suman una longitud de casi 62 cms. Como consecuencia de los puyazos. En cada puyazo 8cada vez que la puya ha perforado la piel), se han ocasionado heridas que suman 21,06 cms. de media. Cada trayectoria explorada, tenía una profundidad media de 17,49 cms., existiendo varias trayectorias que medían más de 30 cms. de profundidad. Si la puya desde la punta de la pirámide hasta la cruceta mide 8,7 cms., ha llegado a entrar hasta casi 4 veces su longitud. Este hecho se ha producido inequívocamente al picar en zonas blandas, en que la puya penetraba con poca dificultad, y al “barrenar2 o efectuar el picador la acción del “mete y saca”, unido a la contracción de la musculatura del dorso del animal al apretar contra el caballo, ha producido que al sacar la puya el picador, el orificio producido una vez distendida la musculatura era muy superior en longitud a la porción de puya que ha entrado bajo la piel del toro.

Duración de las varas
Los encuentros del toro con el caballo, han sido muy largos, pues la duración media del tiempo que ha estado cada toro debajo del caballo, con la puya dentro de su piel y sumando todos los encuentros, ha sido de 30,84 segundos. La primera vara ha sido más larga en duración y mucho más traumática que la segunda, y ésta que la tercera cuando ha habido 3. En conclusión no se ha medido gradualmente el castigo, sino que más bien se ha querido administrar la mayor parte del castigo en la primera vara.

La carioca, el barrenado y el “mete y saca”
Las varas en las que se ha efectuado de forma intencionada la carioca con el objeto de tapar la salida al toro (en un 28,93 % de los encuentros) han sido más largas en duración y más traumáticas que cuando no se ha efectuado que cuando no se ha efectuado esta acción. Los toros han salido más quebrantados (con peor condición física) cuando se ha efectuado “la carioca” en comparación de cuando se ha picado sin esta acción.
El barrenado o acción de girar la puya sobre su eje longitudinal se ha producido en el 8,12 % de los encuentros del toro con el caballo, incrementándose la duración de la vara, la profundidad de las heridas, y saliendo los toros más quebrantados del caballo.
La acción del “mete y saca” que se ha observado en el 63 % de las varas, incrementa de forma clara la profundidad de las heridas.

La puya
Según D. Manuel García-Aleas Carrasco q.e.p.d., Secretario de la Unión de 1946 a 1985, el tema de las puyas era uno de los asuntos más trascendentes que afectaban a la lidia, y ya desde la creación de la U.C.T.L. en 1905, se le consideraba como una de las razones de creación de la Sociedad.

En la Tauromaquia moderna el control de las puyas era efectuado por la Unión de Criadores de Toros de Lidia en su sede, pero desde el Reglamento de 1992 y el vigente de 1996, dicho control pasó en exclusiva a las Delegados Gubernativos, autoridades poco duchas en la materia, que sin los conocimientos necesarios ni los instrumentos precisos no podían rechazarlas en los reconocimientos previos ante la inminencia de la celebración de los espectáculos taurinos, pues según alguno de ellos “como iban a suspender una corrida por el tema de las puyas ante la dificultad de conseguir otras en tan breve plazo de tiempo” cuando no podían precisar sus posibles irregularidades por falta de instrumentos de medida adecuados.

En el estudio de la suerte de varas citado, no pudimos medir ni comprobar las puyas que causaron las lesiones estudiadas al no tener competencia en la materia, pero si pudimos observar algunas. Todas las puyas observadas estaban vaciadas, es decir, tenían las paredes de las pirámides cóncavas en vez de planas. Este hecho provocaba que el ángulo de la superficie cortante de cada arista fuera más pequeño, con lo cual la puya era bastante más traumática que si fuera reglamentaria. Si una puya reglamentaria debe tener 60º en cada uno de sus ángulos en la pirámide triangular, al vaciarla, este ángulo disminuye. El ángulo de la superficie cortante de un bisturí (del nº 20) es de 32º. Cuanto más se vacíe una puya, más se aproxima el filo de cada arista a un bisturí. Igualmente, los filos de la pirámide deben ser rectos, y en ocasiones son cóncavos.

En estos momentos y gracias al trabajo de la Unión, está en estudio el tema del control de las puyas por parte del Ministerio del Interior, y esperemos que en breve plazo de tiempo se consiga un riguroso control para evitar el fraude en las mismas, que menoscaban antirreglamentariamente el poder de los toros.

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