Vergüenza interesada
Artículo de Rafael Cabrera Bonet, crítico taurino de la Cadena COPE"Ayer pudimos ver en Santander tambalearse su prestigio como feria taurina de categoría, merced a la lidia de tres toros impresentables de Núñez del Cuvillo. Mal estuvo el que salieran al ruedo, pero peor aun son las manifestaciones en defensa del hecho que se han realizado desde diferentes sectores, desde la política, al taurinismo rampante, y todo porque ni el público abrió la boca, ni hubo quien demandase activamente el trapío necesario. Si a ello suman que uno de los bichejos permitió el buen toreo de Perera, para qué queremos más. Por ello es preciso hacer varias consideraciones para dejar bien sentados los hechos y los argumentos.
1.- En efecto, la potestad para aprobar un toro reside reglamentariamente en el presidente, que para ello cuenta con el dictamen pericial de los veterinarios de la plaza. Éstos habían rechazado por su impresentable trapío tres de los toros, en actitud digna, perita, responsable y entendida que les honra. El presidente decidió hacer oídos sordos al informe y aprobar lo impresentable. Ahora bien, la responsabilidad de aquello recae exclusivamente sobre sus presidenciales espaldas; ha rebajado la categoría de la plaza hasta la de un villorrio cualquiera. Me agrada en sobremanera ver como para aprobar toros indignos se tiene en cuenta el Reglamento, y para conceder orejas a troche y moche se olvida por completo. La ley lo es siempre y en todo caso, pero sólo sirve para favorecer los intereses del taurinismo, aunque sea a costa de menospreciar la dignidad de una plaza. ¿No dice el reglamento que la segunda oreja se ha de conceder en función de la petición popular, vistas la dirección de lidia, el toreo con capote y muleta y la estocada? Una vez ponderados todos estos aspectos, podrá concederse. El señor Ramón Paterna aprobó tres novillejos infumables en contra del dictamen de los veterinarios; pero luego concedería dos orejas a Perera sin fijarse ni en la dirección de lidia, ni en el capote ni en la estocada. Léanse la crónica, por favor, y compruébenlo en el video.
2.- La demagogia barata esgrimida por algunos taurinos, o por algún político del partido que rige la capital –el PP-, raya en el absurdo. Primero, el hecho de que no se protestaran en el ruedo los liliputienses no significa que no lo fueran. Segundo, si la mayoría calla, y por tanto aquello es lo que vale, habremos de asumir que sea cual sea la opinión de la masa mayoritaria, ésta siempre lleva razón. Es decir, señor del PP, que los votantes del PSOE, por el simple hecho de ser más en toda España, según usted mismo, llevan razón en sus argumentos, en su defensa de la negociación con ETA, en la negación de la crisis, en el deseo de instaurar esa política de eutanasia y aborto, en conceder derechos humanos a los simios, etc. ¡Ojo! Si el argumento es válido tenemos un posible tránsfuga hacia la mayoría que sea. Tercero, habrá de tenerse en consideración que para esgrimir una opinión debe existir una cualificación previa, y por lo tanto que el público en su gran mayoría sepa aquilatar el trapío y la presencia de un toro de lidia, pero se da el caso que ese mismo político y algún taurino, fueron incapaces siquiera de definir el término –preguntados por ello- aunque se mostraron abiertamente a favor del que presentaban las tres monas; por el contrario el defensor de la tesis contraria la explicó, argumentó y definió el término. Es decir, alguien que no sabe lo que es el trapío dice que los microbios de ayer lo tuvieron; el que sí lo sabía y lo demostró, ese…, ese no tenía ni idea, al parecer.
3.- El dictamen pericial de los veterinarios debería ser vinculante. Pro claro, eso no interesa al mundillo profesional. Si usted, pongo por ejemplo, va a tres endocrinos que le diagnostican diabetes y le mandan un tratamiento concreto, llegado a casa, ¿haría caso a la portera que le dice que con unas hierbas que coge de un prado próximo, se le cura eso que padece, que es un resfriado? Pues mucho ánimo, desde luego.
4.- Los veterinarios cumplen una función oficial tanto como el propio presidente del festejo. No entendemos cómo se les puede atacar, para defender a aquel, sin menoscabar su autoridad, su prestigio y su dignidad. En este caso su negativa a aprobar los tres gatos les sitúa en una posición digna de todo reconocimiento, porque en su ánimo estaba la defensa de la categoría de la plaza, sobre criterios siempre profesionales. Al parecer, el taurinismo, o el político del PP, sabía mucho más de la ciencia de la albeitería que los propios profesionales que han estudiado sus respectivas carreras universitarias, se han especializado en el toro, han hecho cursillos y asistido a congresos profesionales, han realizado estudios específicos, han sido seleccionados por el Ilustre Colegio Oficial de Veterinarios de Cantabria y han sido aprobados por la correspondiente Delegación del Gobierno cántabro. Miren…, que opinen de medicina o de derecho –como cualquier españolito de a pie-, vale, pero dentro de poco algunos de ellos sabrán más que los arquitectos, ingenieros aeronáuticos o filólogos clásicos, todo ello sin saber definir lo que es el trapío, como punto de partida.
5.- Lo hemos dicho muchas veces, la categoría de una plaza se sostiene sobre sus equipos presidenciales –reconocimientos y seriedad en el palco, límite a la concesión de orejas y trofeos injustificados y no acordes al Reglamento-, la seriedad y conocimientos de su público –siempre con una afición cualificada activa y presente que será el máximo exponente de ella-, el trapío y la presentación de sus toros. El aforo no importa, ni el tamaño de la población, ni la propaganda que se haga en torno a su feria. Hay localidades de 500 habitantes cuyas plazas son muy serias, y cosos de 12000 localidades que son de auténtica traca. Pamplona, señores míos, es tan plaza de segunda en el Reglamento nacional, como Santander, pero se lidia, desde luego, otro tipo de toro… y torean las figuras, señores demagogos. El tener un coso de prestigio no se construye desde la propiedad y la publicidad, sino desde la seriedad, la formación e información del público, las actividades constantes relacionadas con la fiesta –conferencias, actos no sólo de exaltación de los profesionales, exposiciones- y creando un ambiente en el que se hable de toros con libertad y honestidad.
Ayer Perera estuvo bien, es verdad, la cuestión no es el torero pacense, sino la presencia de toros muy chicos y el intento organizado de desprestigiar a los únicos que intentaron conservar la dignidad –profesional y del coso- y de los aficionados que no gustaron de ver como se hundía el prestigio de su plaza.
1 comentario:
Este señor Cabrera, aunque no le conozco, es eso, todo un señor; y un gran aficonado al servicio de la defensa de la fiesta. Enhorabuena a él y a la Cope que se están dejando atrás a otros medios de comunicación taurinos que van de "progres". ¡Cómo está el mundo de los toros -como dice Manuel Benítaz- señor Moles!
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