viernes, 6 de noviembre de 2009

A propósito de las Escuelas Taurinas



Por José Daniel Rojo

Fernando VII encargó al gran aficionado Conde de la Estrella en 1830 la formación de una Escuela de Tauromaquia en Sevilla, y pensó en el diestro Jerónimo José Cándido olvidándose por completo de Pedro Romero, que llevaba retirado de la profesión desde 1789, creyendo que por tener nada menos que 75 años había perdido las facultades cerebrales y orgánicas que la ley de la vida impone en la vejez. Pero nada de eso. Al enterarse Pedro Romero de tal proyecto le faltó tiempo para pedir por derecho propio la dirección de la Escuela y ofrecer a Su Majestad los servicios.

Efectivamente, Pedro Romero estaba en condiciones físicas y cerebrales, como lo demostró en el ruedo de la Escuela y la creación de las condiciones para funcionar, pues para eso fue un superdotado hasta su muerte.

Lo primero que hizo Pedro Romero para seguir sirviendo a la Fiesta Nacional, fue crear unas normas para que se adaptaran a ellas los que ingresaran en la Escuela.

Así, las cualidades que debe reunir un diestro habían de ser las que se estilaban en el siglo XVIII y que redactadas, fueron las siguientes:

"Cuatro pies y algunas pulgadas de estatura, valor, presencia de espíritu y espera, pulso y fortaleza en el brazo derecho, agilidad en todas direcciones, musculosidad y fortaleza de medio cuerpo abajo, salud robusta y bien organizada para resistir la fatiga del ejercicio; ser bien engestado, observar buena conducta y tener decidida afición y voluntad de oficio".

¿Con estas condiciones hubieran sido Belmonte y Manolete toreros?

Fácil es comprender que la Tauromaquia que practicaban por entonces era de superdotados atléticos para vencer por poder, ya que del engaño no se abusaba tanto como hoy.

De todo cuanto hizo Pedro Romero en la Escuela de Sevilla, sirvió por politiqueo y caciquismo de burla, porque a los futuros alumnos encuadrados en el molde del arte, no necesitaban aprender y lo mismo que traen sus normas se las llevan.

Si examinamos la organización de la Escuela y las condiciones que han de reunir los alumnos, más bien parece que Pedro Romero las hubiera escrito adelantándose más de un siglo para la Fiesta Nacionalizada (Fútbol) que hoy ha desplazado casi la nuestra, porque al fin y al cabo, salvo pequeños detalles que el tiempo los separa, no se diferencian en nada; pues Pedro Romero hacía gimnasia y además se bañaba en buenos tiempos, por eso alguien decía que se trataba bien a los extranjeros y no así a los naturales, con lo cual quería poner en evidencia el peligro de hospitalidad nuestra.

Pedro Romero, después de preparados físicamente con arreglo a las necesidades de la lidia, dictó otras condiciones de actuación.


I. El cobarde no es hombre, y para el toreo se necesitan hombres.

II. Más cogidas da el miedo que los toros.

III. La honra del matador está en no huir ni correr jamás delante de los

toros teniendo la muleta y espada en las manos.

IV. El espada no debe saltar nunca la barrera después de presentarse al toro, porque esto

es ya caso vergonzoso.

V. Arrimarse bien y esperar tranquilamente la cabezada; que el toro ciega al embestir

y con nada se evita el derrote.

VI. El torero no debe contar con sus pies, sino con sus manos, y en la cara de los toros

debe matar o morir antes que volver la cara o achicarse.

VII. Parar los pies y dejarse coger; éste es el modo de que los toros se consientan y se

descubran bien para matarlos.


VIII. Más se hace en la plaza con una arroba de valor y una libra de inteligencia que al revés.


¿Cuántos diestros de hoy podrían acarrear la responsabilidad de Matador de Toros?

A la vista de una reglamentación tan escrupulosa y un maestro tan distinguido, los frutos no hubieran tardado en conocerse, pero solo dura hasta 1834, es decir, poco más de dos años, tiempo demasiado limitado para comprobar si pudiera ser eficaz. No obstante, salen varios alumnos como son: Francisco Montes, "Paquiro", Francisco Arjona "Cúchares" que ocuparon el puesto de primeras figuras. A continuación siguen como segundas figuras "Desperdicios", Juan Pastor "El Barbero", Juan Yust y otros. ¿No les parece que fué demasiado fruto para un árbol de tan poco tiempo? Si, pero gracias a las buenas raíces que tenían.


De la obra de Abarquero Durango "Lo que fue y lo que queda de la Tauromaquia de Pedro Romero""

Desde luego que éstas líneas deberían ser de lectura obligada para todos los alumnos de las "modernas" escuelas taurinas.

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