Hoy he encontrado un momento de respiro en la ajetreada semana que viene uno padeciendo y, aunque anunciaba una pausa taurina en el blog, no me resisto a reproducir el artículo que en relación al deplorable estado de la plaza de toros de La Malagueta ha escrito Rafael Ordóñez en el diario La Opinión de Málaga.
Cuidar el Templo
Rafael Ordóñez
"Tranquilícense las tropas laicas. Por muy meapilas que sea este cura que les habla y por muy Lunes Santo de Málaga en el que nos hallamos instalados, no procederé a ningún tipo de sermón, homilía o admonición que pueda herir las sensibles cadenas auditivas del personal que anda despegadito de la cosa religiosa. Y es que hablar de templos y hacerlo de una pléyade de recintos de la más variopinta laya y condición es lo mismo. Son muchos y diversos los espacios que merecen ese apelativo. Sabemos todos que hay templos de la música, templos del saber, templos de la política, templos del deporte y así hasta donde gusten. Todos ellos están primorosamente conservados y cuidados por los que allí ejercen los diferentes oficios y ritos. Si hablamos de música y pensamos en la Musikverain de Viena, ni les digo. Si es del saber y del conocimiento, sólo hay que pensar en Oxford o Eaton y sabremos lo que es cuidar un templo. Pongo el foco ya y subo al escenario el templo del que hoy vengo en hablar. Situado en el paseo de Reding de nuestra ciudad, es conocido por todos como plaza de toros de la Malagueta. Exacto, ese mismo, en el que celebramos solemnes funciones rituales los devotos de esa laica religión, vaya engrudo conceptual, que conocemos como toros, fiesta de toros, correr toros, fiesta nacional, por partes o todo junto, da igual. Estamos en estos días en el portón de salida. Con Abril y la primavera, la sangre se nos altera y se nos pone licuada y jubilosa a los que profesamos en esta liturgia. Los que en estos días recordamos la Pasión y la ejecución ilegal del Señor Jesús, andamos en ello, y muy en ello, pero con el rabillo del ojo siempre puesto en ese domingo de resurrección al alba y de expectación por la tarde.Tenemos un cartelón para abrir boca en esta temporada taurina malagueña, las entradas están ya en los bolsillos de sus afortunados espectadores, la reventa echa humo, la España taurina y la que no lo es todos pendientes del fenómeno, pelín sobrevalorado, de José Tomás, y con todas las agencias de prensa y televisiones con el objetivo puesto en la Malagueta. Y ella con estos pelos. Hice un artículo el año pasado con un titular que aún sirve: "Impresentable". A la hora que es, mantiene toda su validez. Vamos a ver si se entera quien se tiene que enterar que la plaza de toros de Málaga no puede estar como está: Llena y plena de abandono en su recinto exterior, en sus pasillos y en sus gradas y andanadas. La cosa se llama cal y pintura. No parece que sea cuestión de dinero, antes bien creo que se trata de creer en lo que allí se da y se celebra y de tener una cosa que se llama respeto por el aficionado. Plaza de primera en el boletín, pero lejos todavía de merecer ese grado por todo lo que no es la afición. Los templos tienen que estar todos primorosamente arreglados cuando allí se celebran solemnes funciones litúrgicas, de la índole que sean, y no ser presas de la incuria y la dejadez. La diputación de Málaga, propietaria del recinto, en el pliego de condiciones del contrato de arrendamiento, ¿no dice ni exige nada respecto al mantenimiento y el exorno de la plaza? Eso sí, las barreras donde cada tarde, con insistencia y perseverancia, asientan sus reales las autoridades del ramo están pintaditas, remozaditas y prestas para acoger a los altos dignatarios de la cosa esta. Pero si te vas a la grada, a la andanada, a los pasillos, a las puertas de entrada, a toda la herrería, a la fachada exterior, a los tejados, te tienes que sacar el pañuelo blanco y enjugar con él los lagrimones que te corren mejillas abajo. Málaga merece una plaza de toros bella, digna, engalanada y reluciente cada primavera. Cuestión de cuidar el templo."
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