Por José Daniel Rojo
La maleta está lista; en unas horas partiré rumbo a Barcelona a la que será, si nada ni nadie lo remedia, la última feria taurina de La Merced. Emociones, historia, sentimientos, ¿culpabilidad?, se hacen hueco en un equipaje que viaja con destino a un acontecimiento histórico que tiene ya, impregnada sobre el albero, fecha de caducidad.
Morante, Juli, Manzanares, Juan Mora, José Tomás y Serafín Marín serán los que pongan punto y final a una historia, que gustando, más o menos, forma parte de la manera de ser y sentir de un pueblo. Un pueblo qué, una vez más, ha sido vilipendiado y ninguneado por unos políticos que no dieron la cara cuando tocó hacerlo. Señores amparados bajo el independentismo que dieron la espalda a la tauromaquia y por consiguiente a la historia, simple y llanamente, por huir desesperadamente de todo cuanto tenga que ver con la nación; la única y verdadera nación: España.
Los antitaurinos hicieron muy bien su cometido. Ni un reproche. Lucharon por sus ideales, algunos mejor que otros, pero hicieron el ruido que debían en los momentos oportunos. Esa era su función, pelear por algo con lo qué ellos no estaban de acuerdo. Ejercieron su derecho, la libertad de expresión les defendió siempre. Pero cometieron una grave contradicción, usaron su libertad para coartar la de otros. Reclamaron primero y consiguieron después que unos padres no pudieran decidir sobre si llevar o no a su hijo menor a presenciar una corrida de toros, haciéndose dueños los manifestantes de un papel que no les pertenecía.
Mientras todo esto ocurría, los taurinos hacíamos oídos sordos a unos pocos de manifestantes porque estábamos plenamente convencidos de que aquellos “pintas de drogata” no hacían más que el ridículo. Los profesionales del toreo y los amantes de la Fiesta seguíamos a los nuestro, a organizar festejos por doquier, a quemar el espectáculo y tragando las exigencias de las figuras del toreo que junto a empresarios y ganaderos han sido los principales culpables de este final tan desagradable. Dos días antes del último festejo taurino en La Monumental de Barcelona es muy fácil y bonito ponerse por Twitter a manifestar #síalostoros. Yo también he contribuido a que #síalostoros sea “trending topic”, y por eso me siento igual de culpable del final trágico al que será sometido la Tauromaquia el próximo domingo en Barcelona. Decir #síalostoros ahora es una manera de justificar el porqué no lo hicimos antes. Ya no sirve de nada. Durante este fin de semana los toros en Barcelona serán portada en todos los periódicos, ocuparán muchos minutos en televisión y serán tema de actualidad incluso a nivel mundial. Pero ese logro no lo hemos conseguido los que verdaderamente disfrutamos y amamos este arte de Cúchares, Ese interés mediático ha sido provocado, indudablemente, por aquella minoría que defendió sus ideales hasta conseguir sus propósitos. Aquella minoría que se encontró con el respaldo de los políticos qué, a la postre, se alzan ahora como verdaderos triunfadores de esta prohibición dictatorial.
Por eso mismo, cuando me dispongo a cerrar ya la maleta que viajará hasta Barcelona, me siento culpable de contribuir al engrandecimiento de ese éxito consumado que supone la prohibición de festejos taurinos en el territorio de Cataluña. Culpable porque, movido por el morbo y la curiosidad, quiero estar en la que será, desgraciadamente, una corrida histórica. Culpable porque no se si actúo conforme a la corrección. Culpable porque me queda la duda de si pude hacer algo más por impedir este final. Culpable también porque, posiblemente, este escrito llegue también demasiado tarde.
La gente del toro no hicimos autocrítica en su debido momento y ahora estamos pagando las consecuencias. Ahora tratamos de atacar, yo el primero, a quienes han hecho de esta prohibición una realidad. Pero ¿nos hemos parado a pensar un momento en los motivos que han provocado todo esto? Puede resultar duro pero…
¿Por qué el peligro, previsiblemente presente en el ruedo, no traspasa al tendido?
¿Por qué la Monumental de Barcelona solo cuelga el no hay billetes cuanto torea José Tomás?
¿Por qué los herederos de Balañá no quisieron gestionar la Monumental?
Podríamos continuar pero tampoco es de buen gusto hacer leña del árbol caído. Con esas tres preguntas, si somos capaces de ponerle respuesta sincera, encontraremos la primera verdad de todo esto.
Debemos ahora los taurinos aprender de lo ocurrido y ponernos las pilas. Los profesionales del sector deberán ser los primeros. Por mucho que traten de ilusionarnos ahora, la batalla de Barcelona está perdida y será muy difícil, imposible diría yo, que la Tauromaquia vuelva a nacer en Cataluña. Es complicado dar el paso atrás cuando se ha dado uno muy decisivo hacia delante.
Los aficionados debemos concienciarnos de lo qué queremos y cómo lo queremos. Para ello hay que empezar a reconocer que somos amantes de una Fiesta y un arte cruento, pero no cruel. Y como decía Barbeíto, a quién se empeñe en nombrarnos la palabra sangre, digámosle rotundamente que sí, qué sangre, sangre y más sangre. Que todo ésto es una cuestión de sangre. Qué la fiesta nos corre por la sangre, qué la fiesta nos duerme y nos solivianta la sangre. Qué es ella, la Tauromaquia quien nos golpea y nos empuja la sangre. ¡¡Sí señores, sí!! ¿Es que acaso es posible una vida sin sangre?
Barcelona me espera. Allí estaré, en mi condición de culpable, para presenciar como la fiesta entrará en coma profundo el sábado para morir el domingo al caer la tarde.
2 comentarios:
Yo fui uno de los precursores del #sialostoros y no tengo ningún sentimiento de culpabilidad..Todo lo contrario. Saludos
Milinko lo de twitter ha sido una idea estupenda y te felicito por ello! A lo que yo me refiero es que quizás todos los aficionados, pero sobre todo los profesionales, debimos haber metido el hombro mucho antes.
Un abrazo.
José Daniel Rojo
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