El periodista Javier Hernández
Durante este pasado San Isidro creo que los aficionados hemos podido descubrir a un nuevo periodista taurino que nos ha cautivado a todos por sus formas a la hora de reflejar en unas líneas lo que acontece en el ruedo. Se llama Javier Hernández y escribe para el portal burladero.com.
Periodista comprometido cuya fidelidad a sus ideas le ha pasado ya factura teniendo algún encontronazo con Curro Vázquez "el apoderado del medio toro". Ojalá Javier sigua, pueda y le dejen continuar en la misma línea por el bien de la fiesta y de los aficionados que disfrutamos con sus escritos.
Hoy descubro otra belleza literaria al tratar de resumir lo que dió de si el festejo de ayer en Las Ventas de Madrid y quiero compartirla con todos vosotros:
La suerte del teléfono (Por Javier Hernández)
La suerte del teléfono la popularizó el maestro Julio Robles en los 80. ¡Cómo la hacía el tío! Dominaba las embestidas, le dibujaba derechazos y naturales con compás, todo con su personalidad austera y elegante. Y cuando el Santa Coloma o el Atanasio se entregaban rendidos, el maestro Robles apoyaba su codo izquierdo en la testuz del toro y su mano en la oreja propia. ¡Qué torería aquella! Esta vez no se vio tan sabroso alarde. La suerte del teléfono, de tener teléfono, alivió al personal, sin duda.
Fue todo un homenaje a la tecla. El ruedo no conectaba con el tendido ni llamándolo a gritos. Pero los móviles de los 10.000 que fueron a los toros echaban humo, casi desde inicio.
La primera llamaba fue al teléfono de la esperanza, pues, visto el cartel, apenas la había. La llamada a la esperanza la realizó Jairo Miguel, joven matador de escaso bagaje que todos recuerdan por sus gritos de niño herido en una enfermería de Aguascalientes con el pulmón recién partido. Se fue a los medios para brindar a todos tras la ceremonia de confirmación y se puso en el tercio para comprobar que el primer Bañuelos fundido había respirado mientras él cambiaba trastos. El toro corría, con su cabeza tirando cornaditas, poderoso y capaz el toro, más que el torero.
En cuanto el fornido toro no tuvo tanto respiro se vino abajo, enseñó su sosería, su nula condición de bravo y, en las cercanías de chiqueros, con Jairo queriendo hacer el esfuerzo, le quiso arrancar la oreja al joven en aviso derrote. Hasta tres veces se la aguantó el chiquillo. Hizo el esfuerzo y luego lo manchó a espadas.
Se miraba de reojo al móvil, que permanecía en el asiento vacío del de al lado. Saltó el segundo Bañuelos y, en el primer capotazo, cayó fulminado, como por un rayo maldito. Cosas modernas de la descordinación de una res. Unos culpan al mueco donde se quitan fundas; otros a la mala suerte; otros al uso y abuso del manejo ganadero. Lo cierto es que el toro fue devuelto y saltó el que iba para cuarto, uno regordío y sin aparato en la testa, con su cuerna recogida. El Bañuelos se arrancó con furia al caballo de picar cuando este pasaba por chiqueros y de allí salió con el pitón izquierdo hecho trizas. Unos culpan a las fundas; otros, al uso y abuso de las mismas. Lo cierto es que allí murió la corrida y comenzó la suerte del teléfono. La suerte de tener teléfono.
El señor del palco con catering, hombre de negocios, aprovechó para cerrar su acuerdo del día. El chaval que sueña con ser torero buscaba la noticia de lo que hiciera Juli en Nimes. El invitado por el suegro buscaba complicidad y la señora respondona del 2 llamaba a la nieta, que anda en plena selectividad. Caso a todo, menos al ruedo, que no conectaba.
Allí andaba Puerto fácil con el regordío Bañuelos del pitón partido y las compañías telefónicas. Vaya si ellas conectan, ganando dinero. En el Twitter, arma moderna de comunicación social, se alivian penas. Ejemplo, mientras Puerto seguía trasteando, @leti_ortiz sentenciaba "me he equivocado de palco, en el contiguo tienen merienda". Llevaba razón la homónima de la princesa; las penas con pan son menos penas.
Era el tercero y turno de Capea, recién llegado él de vivir su idilio en tierras de Armillita. Un Capea más suelto de brazos, de capote fácil y prolijo, sin perder ocasión de un recorte o de intervenir por el gusto del orden en la lidia. Llegó la muleta y El Capea la usó como en tantas y tantas tardes. El tendido del Twitter lo aliviaba así: "Qué emoción ver al Capea torear. Vaya tela". La twitera con nombre del princesa iba más allá: "entre el toro, El Capea y el aire, como para aficionarse a la petanca, el curling o lo que sea. Insufrible".
En descargo del torero saltó @carloscrivell: "Los de Bañuelos son sacos de papas sin fondo. Este es malo para Capea y para todos". Llevaba razón el doctor.
Con la suerte del teléfono se entretenía la señora de al lado hablando con el amigo de Sevilla. "Estoy en los toros". "Qué suerte la tuya", contestó. "¿Suerte? Si no cambia esto será un castigo", explicó. Y no cambió, porque el sobrero de Adelaida Rodríguez, más grandón, más huesudo y con más cuernos, no tuvo ni mayor fondo ni mayor brío. El sobrero salmantino humilló olisqueante y a la espera, se llevó dos lapas y una media de El Capea y pronto quiso coger a su matador Puerto, ya en la muleta. Puerto por aquí, Puerto por allá. Puerto desesperado, aburrido el personal. Y decía en el Twitter: "recuerdo a Víctor Puerto en Sevilla cortar una oreja toreando sobre las piernas". Es la suerte de tener memoria, pues esta vez no se aplaudió ni el desplante final.
"Los toros del frío... Helada bravura", sentenciaba @zabaladelaserna en un twit. Era por ver al quinto Bañuelos y a sus hermanos. ese quinto montado y remontado, sin humillar ni para beber, debía comer cual jirafa el funo. Para El Capea, otra sentencia de doña Leti twitera: "Tiene mérito torear como El Capea. Así, todo retorcido, sacando el culo... Indescriptible". Indescriptible no, lo describió ella.
Como en el Twitter, mucha gente se piró antes del sexto, no fuese a regar la lluvia tamaño aburrimiento. Y frente a ese sexto, el joven Jairo Miguel. Ese sexto, un Bañuelos humillado, caminante y templado, de justísimo fondo, pero con calidad en su aterciopelado viaje. Jairo cerró comunicaciones, las compañías de móvil dejaron de facturar, pues se fue a los medios, llamó a Regaliz y este se vino para que el joven torero le endilgase dos tandas diestras que arrancaron hasta olés. Luego cayó el trasteo, cuando hubo de traer y llevar en lugar de solo acompañar y desplazar. Y sus buenos apuntes se perdieron en mil pinchazos.
La suerte del teléfono, de tener teléfono, que alivia una tarde en el infierno y hasta una crónica.
La suerte del teléfono (Por Javier Hernández)
La suerte del teléfono la popularizó el maestro Julio Robles en los 80. ¡Cómo la hacía el tío! Dominaba las embestidas, le dibujaba derechazos y naturales con compás, todo con su personalidad austera y elegante. Y cuando el Santa Coloma o el Atanasio se entregaban rendidos, el maestro Robles apoyaba su codo izquierdo en la testuz del toro y su mano en la oreja propia. ¡Qué torería aquella! Esta vez no se vio tan sabroso alarde. La suerte del teléfono, de tener teléfono, alivió al personal, sin duda.
Fue todo un homenaje a la tecla. El ruedo no conectaba con el tendido ni llamándolo a gritos. Pero los móviles de los 10.000 que fueron a los toros echaban humo, casi desde inicio.
La primera llamaba fue al teléfono de la esperanza, pues, visto el cartel, apenas la había. La llamada a la esperanza la realizó Jairo Miguel, joven matador de escaso bagaje que todos recuerdan por sus gritos de niño herido en una enfermería de Aguascalientes con el pulmón recién partido. Se fue a los medios para brindar a todos tras la ceremonia de confirmación y se puso en el tercio para comprobar que el primer Bañuelos fundido había respirado mientras él cambiaba trastos. El toro corría, con su cabeza tirando cornaditas, poderoso y capaz el toro, más que el torero.
En cuanto el fornido toro no tuvo tanto respiro se vino abajo, enseñó su sosería, su nula condición de bravo y, en las cercanías de chiqueros, con Jairo queriendo hacer el esfuerzo, le quiso arrancar la oreja al joven en aviso derrote. Hasta tres veces se la aguantó el chiquillo. Hizo el esfuerzo y luego lo manchó a espadas.
Se miraba de reojo al móvil, que permanecía en el asiento vacío del de al lado. Saltó el segundo Bañuelos y, en el primer capotazo, cayó fulminado, como por un rayo maldito. Cosas modernas de la descordinación de una res. Unos culpan al mueco donde se quitan fundas; otros a la mala suerte; otros al uso y abuso del manejo ganadero. Lo cierto es que el toro fue devuelto y saltó el que iba para cuarto, uno regordío y sin aparato en la testa, con su cuerna recogida. El Bañuelos se arrancó con furia al caballo de picar cuando este pasaba por chiqueros y de allí salió con el pitón izquierdo hecho trizas. Unos culpan a las fundas; otros, al uso y abuso de las mismas. Lo cierto es que allí murió la corrida y comenzó la suerte del teléfono. La suerte de tener teléfono.
El señor del palco con catering, hombre de negocios, aprovechó para cerrar su acuerdo del día. El chaval que sueña con ser torero buscaba la noticia de lo que hiciera Juli en Nimes. El invitado por el suegro buscaba complicidad y la señora respondona del 2 llamaba a la nieta, que anda en plena selectividad. Caso a todo, menos al ruedo, que no conectaba.
Allí andaba Puerto fácil con el regordío Bañuelos del pitón partido y las compañías telefónicas. Vaya si ellas conectan, ganando dinero. En el Twitter, arma moderna de comunicación social, se alivian penas. Ejemplo, mientras Puerto seguía trasteando, @leti_ortiz sentenciaba "me he equivocado de palco, en el contiguo tienen merienda". Llevaba razón la homónima de la princesa; las penas con pan son menos penas.
Era el tercero y turno de Capea, recién llegado él de vivir su idilio en tierras de Armillita. Un Capea más suelto de brazos, de capote fácil y prolijo, sin perder ocasión de un recorte o de intervenir por el gusto del orden en la lidia. Llegó la muleta y El Capea la usó como en tantas y tantas tardes. El tendido del Twitter lo aliviaba así: "Qué emoción ver al Capea torear. Vaya tela". La twitera con nombre del princesa iba más allá: "entre el toro, El Capea y el aire, como para aficionarse a la petanca, el curling o lo que sea. Insufrible".
En descargo del torero saltó @carloscrivell: "Los de Bañuelos son sacos de papas sin fondo. Este es malo para Capea y para todos". Llevaba razón el doctor.
Con la suerte del teléfono se entretenía la señora de al lado hablando con el amigo de Sevilla. "Estoy en los toros". "Qué suerte la tuya", contestó. "¿Suerte? Si no cambia esto será un castigo", explicó. Y no cambió, porque el sobrero de Adelaida Rodríguez, más grandón, más huesudo y con más cuernos, no tuvo ni mayor fondo ni mayor brío. El sobrero salmantino humilló olisqueante y a la espera, se llevó dos lapas y una media de El Capea y pronto quiso coger a su matador Puerto, ya en la muleta. Puerto por aquí, Puerto por allá. Puerto desesperado, aburrido el personal. Y decía en el Twitter: "recuerdo a Víctor Puerto en Sevilla cortar una oreja toreando sobre las piernas". Es la suerte de tener memoria, pues esta vez no se aplaudió ni el desplante final.
"Los toros del frío... Helada bravura", sentenciaba @zabaladelaserna en un twit. Era por ver al quinto Bañuelos y a sus hermanos. ese quinto montado y remontado, sin humillar ni para beber, debía comer cual jirafa el funo. Para El Capea, otra sentencia de doña Leti twitera: "Tiene mérito torear como El Capea. Así, todo retorcido, sacando el culo... Indescriptible". Indescriptible no, lo describió ella.
Como en el Twitter, mucha gente se piró antes del sexto, no fuese a regar la lluvia tamaño aburrimiento. Y frente a ese sexto, el joven Jairo Miguel. Ese sexto, un Bañuelos humillado, caminante y templado, de justísimo fondo, pero con calidad en su aterciopelado viaje. Jairo cerró comunicaciones, las compañías de móvil dejaron de facturar, pues se fue a los medios, llamó a Regaliz y este se vino para que el joven torero le endilgase dos tandas diestras que arrancaron hasta olés. Luego cayó el trasteo, cuando hubo de traer y llevar en lugar de solo acompañar y desplazar. Y sus buenos apuntes se perdieron en mil pinchazos.
La suerte del teléfono, de tener teléfono, que alivia una tarde en el infierno y hasta una crónica.
1 comentario:
No escribe mal Javier Hernández, pero le falta cultura y le sobra post-modernismo.
Si el cronista taurino no sabe relacionar la suerte del teléfono con Carlos Arruza, estamos perdidos. Que la haya hecho Julio Robles o Juanito de las Pita Hayas da lo mismo, hay que educar al respetable y el revistero tiene la obligación de saber historia taurina.Y no me refiero a conocer al dedillo las biografías de los Romero de Ronda y del Africano, pero por lo menos sí estar enterado de lo que ocurría en la época del Ciclón Mexicano y del Monstruo de Córdoba.
Es más, lo del teléfono se puede rastrear -como la manoletina- hasta Charlot y Llapisera, pero hay que dedicarle tiempo al pasado, hay que tener ganas de saber. E insisto, Hernández es de lo mejor que hay en el Internet.
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