miércoles, 12 de agosto de 2009

El malagueñismo existe

Por José Daniel Rojo

Los malagueños andábamos preocupados porque nos faltaba algo de lo que los sevillanos presumen a "muncha" honra: el ismo. El ismo es un amor desmedido por la ciudad natal de cada cual y por las personas o cosas que nacen en ella y además, cualidad principal, hay que saber presumir de ello. Todo esto llevado hasta extremos altamente exagerados da lugar a lo que hoy se me antoja bautizar como ismo. A secas.
Ayer en La Malagueta quedó patente descaradamente el malagueñismo al que hago alusión. Malagueñismo por parte del público, cosa entendible, y malagueñismo por parte del Presidente del festejo, asunto éste, algo más complejo y menos lógico.
Adolfo Ramos salió a hombros de la plaza por no pegar ni un solo muletazo bueno, tras una faena que no fue faena, tocándole los engaños en todo momento y con la única virtud de quedarse quieto. Imagino que en la Escuela le habrán dicho que para ser torero lo único que hace falta es quedarse inmóvil. (Me llegan rumores que los mimos de Calle Larios han salido todos de la Escuela Taurina de Málaga).
El malagueñismo puede que haga mucho daño al joven Ramos, pues lo que ayer sucedió en La Malagueta no hace más que engañar al chaval. Y lo peor de todo será que, los profesores, a pesar de todo le dirán que ha estado genial, dando lugar a esta nueva generación de toreros, a los que particularmente nombro como "Toreros del Siglo XXV".
Otro de los factores que influyó decisivamente en el FALSO triunfo de Ramos fue el público. El público en su afán de sacar a relucir su malagueñismo más puro ha querido hacer torero a Adolfo demasiado pronto y como todos sabemos, en el mundo del toro, hay que saber medir muy bien los tiempos.
Y como no podía ser de otra manera, quién dio una clase magistral de malagueñismo fue el Presidente del festejo, D. Ignacio Mateos que ayer, con su actitud, demostró ser muy poco aficionado. Este hombre, que dijo publicamente en el programa "En Puntas" de Málaga Televisión que nunca más volvería a subir al palco, ha dejado el listón de La Malagueta por los suelos y eso los aficionados del lugar no lo deberíamos de permitir. Su actitud ayer en el palco presidencial merece, como mínimo, que este Señor presente la dimisión en la Asociación de Tauromaquia que preside.
Ahora solo espero, deseo y confío en que el jurado, compuesto por todos los profesores de las escuelas que intervienen en el Certamen sea justo y no valore la actuación de Ramos como un triunfo. Eso sin duda, sería lo mejor para el joven aspirante a torero.
Y para el resto decir que Málaga esté tranquila, porque el malagueñismo, que muchos daban por perdido, ha vuelto a reaparecer en La Malagueta. He dicho.

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