Alberto López Simón, alumno de la Escuela Taurina de Madrid, ha resultado elegido triunfador del IV Certamen Internacional de Escuelas Taurinas, tras celebrarse la final en la plaza de toros de la Malagueta.
Hoy, una vez más, me siento defraudado por muchas cosas acontecidas durante el desarrollo del festejo. En primer lugar, defraudado por el regalo de la segunda oreja a López Simón por parte del presidente señor Viera. Todo lo bien que estuvo en la primera semifinal lo ha echado al garete al hacer ondear el pañuelo por segunda vez en el palco. Segundo desperdicio por una faena efectista, en la que no hubo toreo de capa, no se supo elegir los terrenos, y en la que sobresalieron los adornos y la composición de la figura y la estocada fue defectuosa de colocación. Al igual que critiqué a Ignacio Mateos, exclusivamente por su actuación en el palco y no por motivos personales como algunos quieren hacerle ver, por la concesión del segundo apéndice a Adolfo Ramos en la segunda semifinal, hoy lo hago y con más rotundidad si cabe con el señor Viera. Don Ignacio Mateos era la segunda vez que se sentaba en el palco, pero el señor Viera ya tiene experiencia en esto, pues preside corridas en Antequera. Alguno me había advertido de que no me fiara mucho de él en el palco. Pues hoy ha cantado la rana y por mucho policía que sea, por lo que se le supone mayor capacidad de aguante que a un médico por muy buen aficionado que sea, y por mucha experiencia que posea, hoy ha estado rematadamente mal. Otro al que no deseo ver más en el palco de la Malagueta.
Defraudado porque se ha premiado el toreo de rodillas, los lances a pies juntos cual si fueran verónicas, el no cargar la suerte, el codilleo desmesurado, el abuso del pico de la franela, el toreo al hilo del pitón, el desconocimiento de los terrenos, el toreo de híbrida y mala imitación a César Jiménez y a Talavante, la falta de naturalidad, la figura forzada, el adorno y los pases por alto por encima del toreo, y sobre todo, desperdiciar un novillo, el cuarto, el mejor del festejo que merecía un novillero que se rompiera con él y torearlo.
Si bien el mejicano Gerardo Adame hoy ha vuelto a intentar el toreo de manos bajas, se le ha visto aturrullado y sin claridad de ideas. En su primero también colaboró su cuadrilla en una lidia desastrosa a resabiar al novillo. Y en el último, un manso que sembró el desconcierto en banderillas, no supo aguantarle, abuso del encimismo, fue desarmado tres veces y estuvo embarullado y a merced del eral.
Aunque Adolfo Ramos en su primero anduvo sobrado de valor y quietud pero realizando una labor falta de ritmo y con el defecto de acabar el muletazo a media altura, en su segundo novillo la cosa cambió. Fue un toro manso, rajado, que presentaba problemas que acrecentaron la cuadrilla en otra desastrosa lidia, el peor junto con el sexto, pero el melillense lo supo entender y darle la lidia que merecía. De entrada se dobló con la res y eso fue fundamental para el devenir de la faena muy meritoria, de aficionados, con la que logró meter al animal en la canasta y mantenerlo alejado de la querencia a tablas. Hubo muletazos templados y profundos, sobresaliendo un derechazo interminable y algunos naturales de buen trazo; otros, por el contrario, con exceso de pico muleteril. Sobró el largo epílogo de manoletinas y demás pases de adorno. Hubo fallo con los aceros. No es correcto concebir el arte de la lidia como una mera yuxtaposición de toro más torero. Hoy predomina la tauromaquia de salón, confeccionada a espaldas del toro y de aplicación a todos los toros. Todo lo contrario, la tauromaquia no puede dictar sus reglas ajena a las reses y sus condiciones. Por ello, hoy valoro en su justiprecio la labor de Adolfo Ramos con este novillo.
Pero sigo defraudado y, a la vez preocupado, porque por lo que se ha visto en el presente certamen, con independencia de condicionantes personales, mayor o menor experiencia práctica de los alumnos y cualquier otro atenuante, el futuro de la Fiesta no se presenta muy esperanzador. Pero me queda la esperanza de que alguno de estos chavales algún día puedan recoger el testigo de las figuras actuales. Manzanares hijo, por ejemplo, empezó siendo un desastroso novillero. De no ser así esto se acabará antes de lo que muchos piensan. Pero para ello deben cumplirse los compromisos adquiridos y, en el caso de la Escuela de Málaga, no se pueden pedir más milagros, cuando sus alumnos, según cuentan sus responsables administrativos, están ayunos de reses y tentaderos.
Lo que menos me ha importado el resultado de la final, porque el error radica en considerar lo que realmente son clases prácticas como novillada sin picadores. Pero hoy, también como ayer, “los Oscar” no estaban en el jurado. Que conste.
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