Muchos aficionados han pasado a creer que todos los toros, o la mayor parte de los toros, se afeitan sistemáticamente. Desde luego se da por descontado que todas las corridas que matan no pocas figuras han pasado por las expertas manos de un acreditado “peluquero”. Si para uso personal tienen uno que les cuida los cabellos, ¿porque no habían de tener otro para rasurar escrupulosamente a los toros que han de matar? -Maliciosamente, se ha dicho en muchas ocasiones, que las cogidas fueron producidas por los toros sobreros -. Pero estamos en época de estadísticas, donde nos dicen, las calorías e ingredientes que debemos comer, la renta per. cápita, lo que gastamos, lo que dormimos, la intención de voto y un sinfín de etcéteras interminable. Sin embargo, en cuestiones (taurino – afeitadoras) no sabemos, lo que se dice nada; ¡cuantos toros se detectaron! ¡Que ganaderías! ¡En que plazas! ¡Que toreros los lidiaron! ¡Cuantas multas y denuncias! En fin donde se descubrió esta “martingala”. Lo cierto es que nadie se atreve a poner en tela de juicio semejante fraude, ni tan siquiera la autoridad, -llamada competente – y para que hablar de la veterinaria -. Es más, a día de hoy en la mayoría de las plazas apenas nadie dice nada, y la corruptela se asume como una suerte más, y tan solo se pide que la “fechoría” este bien hecha y disimulada, y no como ocurre en algunas plazas generalmente en los pueblos donde el animal sale con los pitones, cortados de forma que lo hubieran hecho a (martillo y cincel)... es lamentable tener que expresarse así, cuando existe una ley reglamentada, donde viene perfectamente dispuesto, cual es el reparto de responsabilidades en materia ganadera, gubernativa, presidencial y veterinaria, y un sinfín de componendas ministeriales, para que finalmente el fraude y manipulación del animal sea, por todos conocido. La batalla esta perdida, pues la única defensa del aficionado – el reglamento taurino -, se aplica para aquello que conviene. Será difícil, casi imposible, recuperar la confianza, que hoy no tiene el público en sus autoridades, si esto se lograra, al menos las gentes notaría cierta sensación de honestidad y seriedad. Que hay alguien dispuesto a defender sus intereses, para que no dinamiten su bolsillo, ni quebranten su afición.
Aunque hoy por hoy, seria cosa de ilusos pensar que, tan solo un Real Decreto, pueda acabar con los interesados gatuperios, que a todo trance no quieren que desaparezca una de las “verrugas” más vergonzosas de la Fiesta.
Aunque hoy por hoy, seria cosa de ilusos pensar que, tan solo un Real Decreto, pueda acabar con los interesados gatuperios, que a todo trance no quieren que desaparezca una de las “verrugas” más vergonzosas de la Fiesta.
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