jueves, 15 de octubre de 2009

La primera oreja

Publico-oreja

A lo largo de su historia, el toreo a pie se ha caracterizado porque la responsabilidad del juicio asienta en el público que dicta, a través de la presidencia, su veredicto. Considero que este ha sido uno de los factores que han permitido que las corridas de toros se hallan mantenido hasta nuestros días. Por ello, no me parece acertado sustraer al público la potestad de pedir trofeos, pues ello redundaría negativamente en el basamento de identidad colectiva de la Fiesta. Así pues, cuando la petición de la primera oreja es claramente mayoritariamente, la presidencia debe concederla cumpliendo el Reglamento, aún cuando su criterio acertadamente sea el no hacerlo. De no ser así,  la presidencia dejará de ejercer su autoridad para actuar autoritariamente. Soy de los que sostienen que el mejor Reglamento es el que se cumple (a otros he oído decir que el mejor es el que no existe). Cosa bien distinta es que entre los aficionados consideremos si tal o cual faena ha sido merecedora de la oreja solicitada por el público cuyo nivel de exigencia, por supuesto, habla muy mucho de la categoría de un coso taurino. En conclusión, si la petición para Talavante fue mayoritaria (cosa que desde el televisor no puede apreciarse, pero sí en la plaza) el presidente hubo de sacar el blanco mocador. No hay que darle más vueltas. 

Pero, un necesario equilibrio y más en estos tiempos, también obliga a que la segunda oreja deba seguir siendo potestativa de la presidencia como premio a la excelencia. En definitiva, cúmplase el Reglamento, aunque hoy el primer apéndice suela ser de cantidad; pero, y en este sentido, quede claro que el segundo debe ser siempre de máxima calidad, atendiendo a la lidia realizada y al conjunto de la labor desarrollada por el espada, tanto con la capa como con la muleta, en comunión con las condiciones de la res y, fundamentalmente, teniendo en cuenta la estocada, tanto en su ejecución como en su colocación. Si el que está sentado en el palco es un buen aficionado, de esta forma también puede ejercer una labor docente ante el publico desconocedor, hoy más que nunca absolutamente necesaria.

Y puestos a cumplir: persígase de una vez por todas y ejemplarmente el fraude del afeitado, sanciónese con dureza a los picapedreros que se ceban castigando impunemente cerrando la salida al toro, sea cual sea su condición, amparados en el jaco acorazado, y a los banderilleros que hacen rematar a las reses en los burladeros... Sí, aplíquese, pero para todo y todos, no sólo para la concesión de la primera oreja. Y tampoco estaría mal que los públicos y coletas actuales volvieran a poner en valor la vuelta al ruedo, entre otras muchas cosas que lamentablemente se han perdido de la tauromaquia.

Lo que ha sobrado han sido los improperios de Molés y compañía hacia el presidente, más propios de hooligans de equipo de fútbol que de profesionales del periodismo y toreros. De vergüenza. A ver cuando se manifiestan con tanta vehemencia ante la visión de un toro afeitado, de un torero pajareando, de un infame bajonazo, o de un trofeo logrado sin merecimiento. Se les ha vuelto a ver el plumero como siempre.

2 comentarios:

Antonio Díaz dijo...

Yo creo que ha habido tres faenas, una del Fandi, otra de Manzanares y la de Talavante de ayer, en las que sí había petición mayoritaria. Legalmente tuvieron que darlas, pero a mi y a cualquier aficionado(y los presidentes de Zaragoza parece que lo son) no nos parecen faenas para oreja. ¿Reglamento o buen criterio? ¿Que hay que seguir? Se supone que el reglamento, pero como se acuerdan de él cuando les da la gana y conviene...

Saludos

Redacción dijo...

Creo que todo reglamento requiere de una interpretación de amplio criterio. Y es verdad, la categoría de una plaza es prporcional al conocimiento y exigencia del público que asiste a ella, pero el presidente debe vigilar la categoría de esa plaza y otorgar la segunda oreja solo cuando exista verdadero merito.Para los que no somos de Zaragoza, el día que un torero corte dos orejas ahí, sin verlo tendremos la seguridad de que fué algo grande, y no como en Barcelona que cuando alguno corta cuatro orejas, no creemos que haya sido para tanto. Gracias.