Granada, tan admirablemente sugerente, y tan decepcionante en lo taurino
No tiene lógica, en Granada, la ciudad del duende, con tantos y tan encantadores rincones, tan sugerentes nombres y admirable pasado, y donde lo cabal es canon estricto para el arte, pedestal del toreo, no es normal que su feria del Corpus sea tremenda decepción para los que medio entienden algo de esto.
Conviene aclarar, no obstante, para evitar suspicacias, que hubo excepciones: Tomás, Talavante, Luque y Manzanares. Pero los demás no cuentan a pesar del disparate de trofeos paseados por el ruedo de la monumental de "Frascuelo". Mayoría de faenas sin poso, y muchas orejas baratas. De sonrojo.
Un espectáculo depauperado en su esencia por lo que a ganaderías se refiere. Ruina de toros por presencia y juego. Y en contra también el mínimo esfuerzo de los toreros. No se entienden esos resultados tan alucinantemente exitosos. Todo sobredimensionado por un desbocado triunfalismo.
Ocho "portazos", tres rabos, dos toros de vuelta al ruedo, un toro indultado... Eso sólo en seis corridas. Qué barbaridad. Quien no haya estado en la plaza puede entender este Corpus como una revelación mesiánica del toreo.
Pues no. Duele decirlo, pero la mayoría de las corridas, su desarrollo, estuvo más cerca de una pachanga pueblerina que de lo que correspondería a una plaza con criterio, exigencia y sensibilidad.
No se trata de extralimitar las cosas, no. Con ajustarse a los valores que reglamentariamente corresponden a una plaza "de segunda" sería suficiente. Y aquí cuenta la tarea de los presidentes, cuyos criterios deberían marcan unos mínimos de responsabilidad para sostener la credibilidad del espectáculo.
Factores también como la presión ejercida por apoderados de toreros como los hermanos Francisco y Cayetano Rivera, que el jueves, festividad del Corpus, amenazaban con dejar a la ciudad sin una de las dos citas más transcendentes del día -la otra, naturalmente, el paso solemne de la Custodia por las calles alrededor de la catedral- al rechazarse los "perritoros" que pretendían colar incluso a disgusto de la empresa, harta asimismo de tanta desmesura y atropello en su propia casa.
¿Figuras de qué, hay que espetarles, si no llenan la plaza ni el día grande de la feria?
Otro inconveniente que aparentemente cuenta menos, pero también clave en la concesión de trofeos injustificados, el trapicheo de los mulilleros, su desproporcionada demora para enganchar mientras crece el acoso contra "el palco", que termina cediendo ante el subidón del acaloramiento en el tendido, que se toma lo de la petición de oreja como "diversión" prioritaria. En situaciones así, cuando la inocencia del espectador ocasional pretende rentabilizar el coste de la entrada forzando la concesión de trofeos, el temple es fundamental.
Aunque no es cosa de culpar al público, que bastante cruz tiene con el desembolso en plena crisis -una fila 18 en sombra, ¡65 euros!, y con reserva previa 5 más. "Setenta del ala", que diría el castizo-, y en todo caso también la respuesta de los granadinos en la taquilla ha sido ejemplar, con un "no hay billetes" para ver a José Tomás, y entradas muy considerables los demás días. Si el ídolo local, "Fandi", no acabó "el papel" como de costumbre, es porque las gallinas ponedoras de oro también tienen caducidad.
Y porque el buen desarrollo del espectáculo es tarea de todos los participantes en el mismo, siempre son pocas las advertencias en este sentido. En Granada, desde luego, hacen falta muchas llamadas de atención, incluidas tribunas y tertulias públicas con gran influencia.
Por lo demás, significar que Tomás volvió a triunfar en el ruedo y en la taquilla. Garantía no sólo de sí mismo sino incluso de los que compiten con él.
Trajo una corrida de Núñez del Cuvillo sin exageraciones, y aún sospechosa de pitones (lo del "afeitado" es consustancial prácticamente a todas las llamadas figuras, aunque el aficionado no debe dar nunca por perdida esta batalla), digna para esta plaza. Toros con ese punto de casta tan necesario para interesar y, más aún, emocionar. Tomás estuvo espléndido de mando y quietud, poderoso y artista, valiente y seguro, hasta lo indecible.
El rabo que cortó es lo de menos en función de "la rebajas" que caracterizaron el ciclo. Como los dos rabos que se llevó esa misma tarde Daniel Luque, pura fogosidad, con desbordadas aspiraciones de figura.
Torero grande, el "resucitado" después de su dubitativo arranque de temporada Alejandro Talavante, por ambición, capacidad y majestuosidad. Manzanares "pinchó" la Puerta Grande con la espada tras un recital de mucha torería.
Cuentan asimismo el modesto y local "Yiyo", con dos orejas en la buena corrida de "Torrestrella", en la que se justificaron "El Güejareño", también de la tierra, que había reivindicado su actuación con una huelga de hambre, y Juan Bautista, ambos con sendos trofeos.
Nada más. Los otros, puras engañifas. Ni "Fandi" con su esportón lleno de trofeos, ni Cayetano, ni Perera, ni "Morante", que también salieron a hombros sin haber estado más allá de los simples apuntes, ni mucho menos "El Cid" y Rivera, que pasearon una oreja cada uno, ninguno dejó poso. "Rafaelillo", sin suerte con sus toros, y los de Conde, sin suerte con él.
En la de rejones, triunfaron Hermoso y Ventura, con dos trofeos cada uno, y aunque con una sola oreja Bohórquez dijo tanto o más. La novillada no resultó ni para Casares, ni para "El Nico", ni siquiera para la debutante Conchi Ríos, premiada graciosamente con el único trofeo.
Una feria inaguantable. Y con el calor de estos días, peor. Menos mal que fuera de la plaza, el embrujo de la ciudad y su gente, de maravilla.
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