Por Fermín González
La lectura de algunas noticias que vienen suscitándose relacionándose con los aspectos económicos de la Fiesta- ante la crisis, de la que como es lógico no escapa el mundo del toro, y las dificultades creadas por los desmesurados impuestos por parte de las administraciones en sus pliegos de condiciones, en torno la propiedad o arrendamiento de los cosos taurinos, nos dan la idea de que va siendo más complicado que nunca el dar corridas de toros. Cada año tanto los ganaderos de más “postin”, y las figuras primeras del escalafón que matan sus toros les dicen a los empresarios. ¡”Preparen más dinero”!, - porque esto ha subido-. Sin embargo; esta temporada la cosa no esta para exigencias… y ya podemos notar como incluso, los empresarios fuertes comienzan a discutir, que llegaran a dejar plazas en las que siempre realizaron largas y fructíferas temporadas, si los contratos no se revisan y, las obligaciones administrativas se mantienen en los términos que se habían pactado antes de que la caída en picado de la economía se hiciera visible tan de repente. Estos piensan, no sin falta de razón, que tal gestión debería ser suavizada, antes de afrontar el riesgo de organizar esta próxima campaña.
Es evidente; que todo este crematístico aspecto de la Fiesta, incita a formular algunas consideraciones, sobre todo es conveniente pensar con serenidad en el peligro que entraña por parte de todos los estamentos “apretar demasiado”, este espectáculo se quiera o no; esta asfixiado por los impuesto, y ha de considerarse la posibilidad de llegar a una rasante que pueda convertirse en prohibitiva, para aquellos que mantienen la Fiesta; o sea: “El público pagano”. En el tacto, y la prudencia con el añadido de una buena dosis de imaginación estará el secreto de acertar. El planteamiento de la cuestión es de gran sencillez-. Puede llegarse a la conclusión, de que las corridas de toros no son necesarias -. Detractores no faltan-. Puede igualmente aceptarse, que por multitud de razones, de tradiciones, de racionalidad, de sentido consustancial con nuestra forma y manera de ser español, que el espectáculo taurino debe ser mantenido y fomentado. Son puntos de vista que se han enfrentado toda la vida. No hay en ellos y su controversia la menos novedad. Pero si las corridas de toros se dan, y, el festejo se respeta, es lógico que su regulación, no alcance unos niveles que los entorpezcan hasta hacerlo de difícil desarrollo. La Fiesta de los toros, al igual que otros eventos favoritos de los españoles, es una válvula de escape y hay que considerarlo psicológicamente, aparte de su fuerza de sugestión y de atraer; conviene.
No es mi propósito, seria improcedente y fuera de lugar hacer una apología de la Fiesta. Opiniones favorables y pareceres adversos se han entrecruzado siempre, desde que la tauromaquia se hizo espectáculo. Pero no cabe duda que, de las corridas de toros viven muchas gentes, es una manifestación genuina a la que acuden millones de espectadores cada temporada, que se conserva muy arraigada a sus pueblos, a sus fiestas y patronos y; también es cierto que ha resistido los avatares y embates, que ya constituyen anales históricos. En este sentido, aceptada esta premisa, no es explicable que se exageren las obligaciones de tipo económico recargando los contratos y rendimientos de las plazas. Se han empeñado unos y otros, en complicar las cosas. En el mundillo de los toros, se ha venido desde tiempo atrás advirtiendo egoísmos desmedido afán mercantilista, y actitudes que no han respondido a un sincero espíritu de cooperación, de defensa eficaz bien intencionada de lo que a todos interesa. Diriase, que viene existiendo el desquiciado propósito de (“matar la gallina de los huevos de oro”). Si la defensa de la Fiesta impulsa gestar que no se asfixie a las empresas, ni se obligue a la afición a soportar precios desmesurados, igualmente parece lógico sugerir a ganaderos, y sobre todo a los administradores de las figuras cimeras, que no se olviden que la mejor defensa y armonización de todos los intereses, aconseja el adoptar actitudes de mayor moderación y prudencia.
La Fiesta, es una expresión de arte, un espectáculo de rango nacional, de ella viven los encumbrados y los modestos. Su faceta económica es importante- más cada día-, pensar en ello y apuntar a esa realidad las conductas y modos de actuar por parte de todos, lo mismo los de fuera que los de dentro del orbe taurino, me parece obligación elemental y, que no se debe descuidar.
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