domingo, 10 de octubre de 2010

Masacre

inválido

Foto de archivo: un tullido de Juan Pedro en la Malagueta

Copio del post titulado “Tolerancia cero” que publica en su blog mi admirado Antonio Díaz en relación a la pantomima execrable de ayer en Zaragoza.

“Esto es una pena. Una tristeza que te cala los huesos. Una afición que te cuesta un ojo y parte del otro, que no te da más que reuma, abatimiento y migrañas. Y todavía vamos diciendo por ahí, con galantería y orgullo, que somos aficionados a toros, como si eso fuera algo. Como si quedaran Toros. Como si quedaran hombres que entendieran lo que es un Toro.

Tardes como esta, o la de ayer, o la de tantos días, no tienen justificación ninguna. Es una masacre en toda regla. Sí, es una tortura hacia un animal indefenso, que no quiere ni puede luchar. Tortura y barbarie. El toro cada día puede menos, se le niegan las ventajas y se le acotan sus facultades. Por contra, el hombre, se parapeta en más trampas, utiliza armas ilegítimas y extermina las señas de identidad del toro bravo. Es una lucha desigual. De rompetechos contra renacuajos. Una lucha de bárbaros. De troleros disfrazados de bárbaro y oro.

Siniestros que se siguen poniendo el chispeante por el simple hecho de que se lo permitimos. Con lo cual, pasamos a ser cómplices y verdugos. Hay que dar la espalda a esta Fiesta, no se puede tolerar el fraude y el sadismo. Tolerancia cero. Aficionado, a las almohadillas, las broncas y al activismo desde el tendido. Una de las máximas más repetidas por el taurinismo, y que ha calado hasta en los aficionados más cabales, es esa que dice que el toro es el eje de la Fiesta. Mentira. El motor que propulsa la tauromaquia es el aficionado. Con plazas vacías, por muchos Bravíos y Dianos que salieran, no habría tíos que quisieran torear, ganaderos con ganas de criar toros, ni empresarios si no hay empresa que gobernar. Quizás sea hora apostar doble o nada, de dejar de apoyar esta bazofia, de no ir a la plaza cuando la sospecha del fraude sea palpable. Cada uno de los céntimos con los que pagamos la entrada es un céntimo destinado a subvencionar ladrones. Cada céntimo que va a parar a la caja de uno de estos taurinos, es otro céntimo de esos con los que Anselmi se paga los trajes.”

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