EL PERRO PACO

EL PERRO PACO
Por Francisco Picornell

El perro Paco, era un perro que había en Madrid allá por el año 1879. Era un chucho callejero, que el día de San Francisco se encontró con Don Gonzalo de Saavedra y Cueto, marques de Bogaraya, persona, a decir de las crónicas, algo calavera y que con el tiempo llegará a ser Alcalde de la Villa y Corte. Iba pues, el Sr Marques, aquella noche, con un grupo de amigos, camino del café de Fornos, donde tenían previsto cenar, cuando se toparon con el calendado chucho, que dicen era de pelaje negro, que yo me imagino hirsuto. Les hizo gracia a la concurrencia, y decidieron invitarlo a cenar en el aludido restaurante.

Allí lo llevaron y como un comensal mas, lo sentaron en una silla y pidieron, como viandas caninas, un plato de carne asada que el perro devoró con gran satisfacción. A los postres, pidió el Sr Marques una botella de cava y procedió a derramarla sobre el perruno invitado a guisa de agua bautismal, imponiéndole como nombre Paco, en homenaje al Santo del día. Luego, la excepción se hizo norma y era invitado con frecuencia por algún que otro cliente.

Dicen las crónicas, que dormía en las cocheras del tranvía que había en calle Fuencarral, que tenia por costumbre acompañar a su anfitrión, tal vez por agradecimiento, hasta su domicilio, pero que nunca consintió en ser invitado a dormir, si la invitación se hacía insistente, el bueno de Paco emitía un gruñido en señal de desaprobación.

Tenía dos aficiones conocidas. Era la una el asistir a los estrenos del teatro Apolo y la otra el asistir a las corridas de toros como un espectador mas, ocupando en ambos espectáculos, su localidad.
De su comportamiento en el teatro dice Enrique Chicote que “Cuando el perro Paco asistía a un estreno, si los chistes no tenían gracia, lanzaba un lastimero aullido entre las carcajadas del público, que premiaba al simpático chucho con una gran ovación”.

Pero la afición mas grande de Paco eran los toros, espectáculo al que asistía con frecuencia. Al terminar la faena, muerto el toro, saltaba al albero, hacía unas cabriolas y regresaba a su localidad al oír el “tararí” para anunciar la salida de la siguiente res . El público se regocijaba con ello, aunque a Don Mariano de Cavia, le sacara de sus casillas, hasta el punto de escribir alguna crónica criticándolo.

La tarde del 21 de Junio del año 1882, se celebraba una novillada. Uno de los diestros estaba pasando las de Caín para finiquitar al novillo, cuando Paco, sin duda ahíto de tanto pinchazo, se lanzó al ruedo antes de tiempo para hacer sus acostumbradas cabriolas, con tan mala fortuna que el siniestro diestro, le propinó unas estocada que lo hirió seriamente.
Se armó en la plaza la de San Quintín, a duras penas pudo salir indemne de ella el matador debido a las iras del respetable, que quería hacer justicia..¡¡Había herido al perro Paco!!.

Se llevaron a Paco para ser cuidado de sus heridas, pero falleció. Cuentan que lo embalsamaron y estuvo un tiempo en una taberna de Madrid, mas luego lo enterraron en el parque del Retiro, incluso empezaron a hacer una popular cuestación para ponerle una estatua, pero los fondos no llegaron.

Era Paco un perro un tanto ácrata y bohemio, que mantenía su libertad por encima de todas las cosas.

Hay quien dice que fue presentado a la familia Real, mas ello no se ha confirmado.

Tampoco dicen las crónicas si le gustaba tomar en el café de Fornos, platos de berberechos.

Un saludo.