JUAN JOSÉ ALISTE: Pasión Taurina
Es la mañana del viernes y de los cielos de España caen lágrimas de pena. Unas horas antes, la barbarie etarra acababa de asesinar de dos tiros al empresario donostiarra Ignacio Uría, un hombre honrado y trabajador, hecho a sí mismo, que para esas bestias había cometido el terrible delito de buscar el bienestar de su tierra para darle trabajo a más de 400 personas.
Es la mañana del viernes y de los cielos de España caen lágrimas de pena. Unas horas antes, la barbarie etarra acababa de asesinar de dos tiros al empresario donostiarra Ignacio Uría, un hombre honrado y trabajador, hecho a sí mismo, que para esas bestias había cometido el terrible delito de buscar el bienestar de su tierra para darle trabajo a más de 400 personas.
Paco Cañamero. Tribuna de Salamanca. 05/12/2008
Ignacio Uría es la última víctima de esa plaga que ningún gobierno ha sido capaz de erradicar. A pesar de que no hacía ni una semana que un ministro del actual ejecutivo señaló que “ETA está a punto desaparecer, ya únicamente quedan unos flecos para erradicarla”. Esa frase, tan repetida por distintos ministros de Interior, desde la época de UCD pasando por los socialistas de Felipe, el PP, de Aznar; o el actual PSOE de Zapatero, no hace más que cargar las armas asesinas de los hijos de puta de ETA cuando pregonaban que estaban a punto de exterminar la barbarie.
Ahora, la historia se repite con un honrado donostiarra. Un hombre del pueblo al que le gustaba jugarse al tute un ‘faria’ y la copa de pacharán con la cuadrilla de siempre. Un hombre que dedicó su vida al trabajo y además, en su tiempo libre, era muy aficionado a los toros y le gustaba ver las corridas de San Juan, en Tolosa; los ‘ignacios’, de su pueblo de Azpeitia, la Semana Grande de San Sebastián. O algún fin de semana invernal desplazarse hasta el Campo Charro para ver los toros bravos en su propio hábitat.
con la amargura y el dolor de ese día en sus entrañas, el capitán Juan José Aliste, mutilado por las bestias de ETA tras el horrible atentado que sufrió en Salamanca en noviembre de 1995, vivía ese mañana inmerso en el recuerdo del dolor. Eran momentos complicados para él, como lo son todos cuando alguien le comunica que ETA ha vuelto a matar con el tiro por la espalda. O con la traidora ‘Goma-2’, como la que le dejó el vacío de sus piernas ausentes.
Por eso, seguro que para buscar nuevas sensaciones que lo distraigan y apacigüen el dolor que en esos momentos hurga en sus recuerdos, Juan José Aliste, acompañado de su amigo Jacinto, un zamorano muy aficionado y de su prima Loli, decidió visitar el Museo Taurino Primitivo Sánchez Laso, de Salamanca para empacharse de la historia del toreo, “la Tauromaquia me atrae, aunque la verdad es que no he sido un aficionado significado. Procedo de la zona zamorana de Aliste y por allí, al igual que en la vecina de Sanabria, no hay mucha afición, a diferencia del resto de la provincia, en la que los toros gozan de tanta tradición”, señaló.
El presidente de la Federación de Peñas, José Martín y el relaciones públicas, Pablo del Castillo acompañan al militar, quien presta atención a cada uno de los detalles que surgen en su camino, “es precioso, nunca me imaginé que podría haber un museo tan completo y rico como éste. Es una maravilla y hay que potenciarlo más”. De vez en cuando, Aliste se detiene en algo que le llama la atención y entonces, Pablo y José, le explicaban de qué se trataba con detalles concisos.
En la visita, Juan José Aliste comenta la relación que le une a varios toreros salmantinos, “a Julio Robles lo saludé algunas ocasiones, la última vez en un restaurante que había cerca de la gasolinera de la Puerta de Zamora, era un gran torero. Con El Niño de la Capea también he estado varias veces y es un hombre muy agradable y como torero muy importante, ahí está su huella. También he estado en otras ocasiones con El Viti, un hombre por el que siento un afecto especial, porque además de haber sido un grandioso maestro, el mejor de todos, es un caballero íntegro y de verdad. Cuando lo veo y lo saludo me ilusiona compartir con él unos momentos”.
Al hilo de su contestación, Pablo del Castillo le pregunta por Andrés Vázquez, otro maestro castellano que es paisano de ambos, “ha sido un gran torero, un magnífico lidiador y a quien también conozco personalmente, porque hemos coincidido en varias ocasiones”.
La conversación es fluida y amena; entonces, inevitablemente sale a colación si tuvo como soldado a algún torero famoso, “no, sí que recuerdo a chavales de la Escuela, pero ninguno cuajó en figura. Entonces, las figuras cumplían la mili en el Cuartel General para poder seguir toreando”, comenta el capitán mientras no deja de admirar el rico legado que guarda el Museo Taurino Primitivo Sánchez Laso.
Al final del recorrido, José Martín le regala dos carteles conmemorativos de la última vez que coincidió la terna de oro del toreo charro en La Glorieta. Entonces Juan José Aliste agradece el detalle como punto final antes de la despedida.
Cuando llega ésta y el capitán Aliste sale a la calle, el día continúa encapotado y sigue lloviendo. Son lágrimas por la reciente muerte de un hombre trabajador a manos de la barbarie etarra, la misma que 13 años cercenó los andares alisteños de este entrañable militar.
Ignacio Uría es la última víctima de esa plaga que ningún gobierno ha sido capaz de erradicar. A pesar de que no hacía ni una semana que un ministro del actual ejecutivo señaló que “ETA está a punto desaparecer, ya únicamente quedan unos flecos para erradicarla”. Esa frase, tan repetida por distintos ministros de Interior, desde la época de UCD pasando por los socialistas de Felipe, el PP, de Aznar; o el actual PSOE de Zapatero, no hace más que cargar las armas asesinas de los hijos de puta de ETA cuando pregonaban que estaban a punto de exterminar la barbarie.
Ahora, la historia se repite con un honrado donostiarra. Un hombre del pueblo al que le gustaba jugarse al tute un ‘faria’ y la copa de pacharán con la cuadrilla de siempre. Un hombre que dedicó su vida al trabajo y además, en su tiempo libre, era muy aficionado a los toros y le gustaba ver las corridas de San Juan, en Tolosa; los ‘ignacios’, de su pueblo de Azpeitia, la Semana Grande de San Sebastián. O algún fin de semana invernal desplazarse hasta el Campo Charro para ver los toros bravos en su propio hábitat.
con la amargura y el dolor de ese día en sus entrañas, el capitán Juan José Aliste, mutilado por las bestias de ETA tras el horrible atentado que sufrió en Salamanca en noviembre de 1995, vivía ese mañana inmerso en el recuerdo del dolor. Eran momentos complicados para él, como lo son todos cuando alguien le comunica que ETA ha vuelto a matar con el tiro por la espalda. O con la traidora ‘Goma-2’, como la que le dejó el vacío de sus piernas ausentes.
Por eso, seguro que para buscar nuevas sensaciones que lo distraigan y apacigüen el dolor que en esos momentos hurga en sus recuerdos, Juan José Aliste, acompañado de su amigo Jacinto, un zamorano muy aficionado y de su prima Loli, decidió visitar el Museo Taurino Primitivo Sánchez Laso, de Salamanca para empacharse de la historia del toreo, “la Tauromaquia me atrae, aunque la verdad es que no he sido un aficionado significado. Procedo de la zona zamorana de Aliste y por allí, al igual que en la vecina de Sanabria, no hay mucha afición, a diferencia del resto de la provincia, en la que los toros gozan de tanta tradición”, señaló.
El presidente de la Federación de Peñas, José Martín y el relaciones públicas, Pablo del Castillo acompañan al militar, quien presta atención a cada uno de los detalles que surgen en su camino, “es precioso, nunca me imaginé que podría haber un museo tan completo y rico como éste. Es una maravilla y hay que potenciarlo más”. De vez en cuando, Aliste se detiene en algo que le llama la atención y entonces, Pablo y José, le explicaban de qué se trataba con detalles concisos.
En la visita, Juan José Aliste comenta la relación que le une a varios toreros salmantinos, “a Julio Robles lo saludé algunas ocasiones, la última vez en un restaurante que había cerca de la gasolinera de la Puerta de Zamora, era un gran torero. Con El Niño de la Capea también he estado varias veces y es un hombre muy agradable y como torero muy importante, ahí está su huella. También he estado en otras ocasiones con El Viti, un hombre por el que siento un afecto especial, porque además de haber sido un grandioso maestro, el mejor de todos, es un caballero íntegro y de verdad. Cuando lo veo y lo saludo me ilusiona compartir con él unos momentos”.
Al hilo de su contestación, Pablo del Castillo le pregunta por Andrés Vázquez, otro maestro castellano que es paisano de ambos, “ha sido un gran torero, un magnífico lidiador y a quien también conozco personalmente, porque hemos coincidido en varias ocasiones”.
La conversación es fluida y amena; entonces, inevitablemente sale a colación si tuvo como soldado a algún torero famoso, “no, sí que recuerdo a chavales de la Escuela, pero ninguno cuajó en figura. Entonces, las figuras cumplían la mili en el Cuartel General para poder seguir toreando”, comenta el capitán mientras no deja de admirar el rico legado que guarda el Museo Taurino Primitivo Sánchez Laso.
Al final del recorrido, José Martín le regala dos carteles conmemorativos de la última vez que coincidió la terna de oro del toreo charro en La Glorieta. Entonces Juan José Aliste agradece el detalle como punto final antes de la despedida.
Cuando llega ésta y el capitán Aliste sale a la calle, el día continúa encapotado y sigue lloviendo. Son lágrimas por la reciente muerte de un hombre trabajador a manos de la barbarie etarra, la misma que 13 años cercenó los andares alisteños de este entrañable militar.
1 comentario:
Gran coraje el de nuestro paisano Juan Jose Aliste.
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